Entrada 10

     Las mejores cosas de la vida tienen un precio y ese precio, por lo general, incluye un esfuerzo. Unas de esas cosas a las que me refiero en esta historia es el amor y el sexo, pero les mostraré como estas cosas pueden perder su valor, por lo tanto, las ganas de esforzarse y pagar el precio. Esta es la historia de Robert, un hombre alto, latino, con barba y uno que otro adorno corporal (9). Este hombre lo que no tiene en físico lo tiene en verbo, labia, él enreda una pestaña y es capaz de hacerle ojitos al mismísimo presidente de la república. Además, le gusta mucho ir de fiesta, según él es para estirar las articulaciones y no dejar que lo alcance la edad muy rápido, pero pura mierda, a él solo le interesa gestionar en la pista de baile y gozar de esa adrenalina que se siente cuando cruzan miradas con una (o uno) persona, aunque disfruta más cuando las besa. 

     La semana pasada, nuestro amigo Robert terminó con su flete oficial y se dedicó a la pura vagabundería. Se metió con más o menos 12 personas en 7 días, ese man es una maquina de arrechera y resistencia física.  Para él esto es algo normal, casual, algo que pasa y sigue su vida como si nada. Sale con sus amigos, se ríe, disfruta de los ratos agradables con compañeros no sexuales, eso creo. Mientras todo esto pasa, no recuerda a quien se beso o con quien se acostó, es un patán inconsciente, una maravilla del globo.

     En una de sus fiestas rejuvenecedoras, se encontró con Catalina, ella era una mujer alta y delgada, pero bien definida, todo estaba donde tenía que estar. Esa noche empezó con una primera mirada a eso de las 11:00 pm, cuando se toparon en la entrada del baño de la discoteca, sin embargo no pasó nada más que unos 4 segundos de mirada fija y listo.

     Luego, a eso de las 12:00 am, entre todo el tumulto de gente, Robert decide ir por Catalina para sacarla a bailar una salsa porque ya la había marcado como su primer objetivo de la noche. Se acerca a ella, entre el circulo de amigas expectantes a lo que va a suceder. Le ofrece su mano y una sonrisa grande como símbolo de la invitación a bailar que propone. Ella reacciona rápido, toma su mano y con una pequeña sonrisa avanza entre sus amigas dispuesta a darlo todo en la pista. Empieza la canción con un ritmo fuerte, era salsa brava, de la buena para adelgazar, se tomana de las manos bien fuerte mientras comienza ese zapateo intenso de los dos; vuelta va, vuelta viene y las gotas de sudor empiezan a caer en el momento en que las miradas entre ellos empieza a tensarse. El ritmo los envuelve hasta el punto de combinar  sus cuerpos, apasionadamente, en un uno solo. Al terminar la canción, él la mira fijamente a los ojos, acerca un poco el rostro, ella hace lo mismo y unen sus labios en un contundente beso. Al terminar el beso, él se retira y empieza a buscar a su próximo objetivo de la noche.

     Básicamente, la vida de Robert se la pasa dando vueltas en este mismo ciclo sin descansos, no hay pausas, no hay amor, no hay sentimiento duradero, solo una necesidad inextinguible de saciar todo ese deseo de placer, esas ganas de sentir el sudor, sentir otra piel adentro y afuera, una, das, tres, quince, treinta veces. Pero la verdad es que Robert está solo, se siente vacío, necesita ayuda, quiere una persona que esté dispuesta a distraer sus ganas, pero no con sexo, quiere volver a disfrutar de su vida, quiere volver a esforzarse, necesita volver a sentir su corazón latir por algo más que un gemido o una mirada en la discoteca, quiere volver a querer, quiere volver a amar, necesita volver a pagar el precio de las mejores cosas de la vida.  

Comentarios

  1. Querido compañero, que bien ilustras la situación que muchos de nosotros actualmente padecemos, todos somos un Robert en algún momento de la vida pero, ¿si no lo fueramos? nisiquiera ese quién o ese qué, que supuestamente llenará ese vacio existiría, pues no habría vacio o al menos no ese que crea esas ganas incesantes de existe en algunos de saltar de boca en boca, una actividad insignificante a veces pero sin duda muy divertida.

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  2. Buenos días Santiago,

    Que buen escrito, buen ritmo, lenguaje, faltaron un par de comas pero esta genial. Pude imaginar a Robert como cualquier Robert del mundo, en medio de cualquier discoteca, sintiéndose como cualquiera de nosotros. Gracias por compartir esta historia.

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